(...) Cuando yo me sentaba ante mi mesa, abrumado por la convicción de mi idiotez, tú te instalabas en la tuya vibrando de impaciencia, impaciencia por pasar a otra cosa también, pues aquel
problema de mates ante el que yo me adormecía tú lo resolvías en un abrir y cerrar de ojos. (...) En clase, tú eras el trabajador, yo el perezoso. ¿Pero era eso pereza?¿Ese empantanamiento en uno mismo?¿Y qué era, entonces, el trabajo?¿Cómo lo hacían los que trabajan bien?¿De dónde sacaban aquella fuerza? Fue el enigma de mi infancia. -- pág. 231.
- Reflejado queda uno de los problemas de todos los tiempos: ¿Cómo ayudar al alumn@ perezoso? Con el trabajador lo tenemos fácil, el problema es el otro... ¿qué estrategias utilizar?,¿cómo llevarlos por el buen camino?... este debería ser el trabajo principal de los profesores: ayudar a estos alumnos a salir de la creencia de su idiotez.
viernes, 9 de enero de 2009
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