jueves, 18 de diciembre de 2008

pág. 193 - El zoquete de la clase.

(...)Era visiblemente el zoquete de la clase. (Y habría que decir mucho sobre este adverbio, "visiblemente", pero lo cierto es que los zoquetes se descubren muy pronto en una aula. En todas las que me invitan, centros de lujo, institutos técnicos o colegios de un arrabal cualquiera, los Maximilien pueden reconocerse por la atención crispada o la mirada exagerada benévola que les lanza el profesor cuando toman la palabra, por la sonrisa anticipada de sus compañeros y por un no sé qué despllazado en su voz, un tono que excusa o una vehemencia algo vacilante. Y cuando callan -Maximilien calla a menudo-, los reconozco por su silencia inquieto u hostil, tan distinto del silencio antento del alumno que capta. El zoquete oscila perpetuamente entre la excusa del ser y el deseo de existir a pesar de todo, de encontrar su lugar, imponerlo incluso, aunque sea con violencia, que es su antidepresivo). (...)

- Este párrafo me llamó particularmente la atención, ya que poco a poco, y desde mi experiencia como docente (durante mis prácticas, las clases extraescolares, etc), llegué a conocer al "zoquete" de la forma que describe Pennac en su libro. ¿Un don forjado por la experiencia? Sí.

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